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Donde los estorninos van no ve el color del cielo detrás de sí nubes negras y ruidosas girando como ola llena de aleteos deseosos o una tormenta dichosa que pasa no de noche ni de amanecer sino en su propia hora. La multitud casi de una mente murmura su salvacharlas y dobla cuando sopla duro el viento o viene el raptor con sus alas vacías y estrechas pidiendo la hostia de una que en su propia hora oculta el mundo en su miedo. Donde va no ven como una sola mujer puede contener el temor de las nubes que niegan el cielo.